Nuestros ojos, dañados y sombríos
disgregan los colores olvidados
que mueren con el alba, desarmados
por tristes melodías y este frío.
De un pecho desangrado, corren ríos
torrentes amarillos y sagrados
que ahogan los dispersos y manchados
escudos de tus sueños y los míos.
Qué pena nos recorre, vida mía:
pesares que ni al tiempo lo perdonan,
sucesos que gotean ironía,
tinieblas que jamás nos abandonan;
batallas que libramos e insanias
de nuestros corazones que desbordan.
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