sábado, 14 de mayo de 2022

Owdden y Los Seres De La Oscuridad (Capitulo 1)

 


“El encuentro”


  Todos buscaban un fin, una luz al final del túnel, quizás alguna señal. Owdden tenía en cuenta que no existía un final para él, al menos por ahora, pero eso ya no le importaba. En la fría oscuridad de la noche, el tiempo se alargaba más de lo normal. Él caminaba incansable, con pesados pasos y sus botas de cuero, por las calles semi desiertas del lugar que había sido su universo, o su laberinto, el Oscuro Mundo. Allí, su única compañera era la niebla, como lo había sido durante mucho tiempo, ya era parte de él.

   Owdden era rústico. Su ropa vieja, sus botas, su sombrero de cuero. Ninguna otra arma además de una daga de probablemente ochocientos años de antigüedad colgando en su cintura, una reliquia de mango de plata con grabados ornamentales. Su mirada fría, pasiva y sus sentidos siempre alerta. En su cara no asomaban sonrisas, ya se habían borrado hace tiempo. Ahora seguía un pálpito, por primera vez su sexto sentido había despertado en él una esperanza y caminaba tras ella.

   En aquel pasaje no existía nada más que su sombra, proyectada por las tenues luces de la avenida Morb, que emanaba unos extravagantes faroles de metal forzado que se mantenían encendidos las 24hs ya que, para aquellas tierras, el sol ya no alumbraba como antes. Los días y las noches eran casi lo mismo, sólo que las noches a diferencia de los días, eran muy frías. Él vagaba y veía sólo su sombra, sólo su sombra y algún que otro gato callejero que paseaba despreocupado cada tanto por aquellas calles.

   La noche era joven, y al disiparse la niebla, las estrellas brillaron imponentes en los altos cielos del Oscuro Mundo. Él buscaba algo, algo que hace tiempo buscaba, pero no había logrado encontrar nunca. Algo que era su salvación y que buscaba intensa e incansablemente, pero no había podido encontrar. Sin embargo, sin saber bien por qué, tenía el presentimiento de que lo que buscaba estaba demasiado cerca, más de lo que él creía.

   En el medio de la desolada oscuridad escuchó un doloroso grito, que luego se transformó en un gemido que se desvaneció en el tiempo. El frío de la noche se intensificaba cada vez más. Dobló sin titubear la esquina y la vio: ella estaba ahí, estática, como un fantasma en la aterciopelada oscuridad. Con el cabello del color del sol que hacía mucho que no conocía aquel mundo. Sujetaba a un hombre entre sus brazos y la piel de aquella mujer era extremadamente pálida, pero a él no le sorprendió, su piel era igual.

   El hombre que ella sujetaba permanecía también inmóvil. Cuando pudo vislumbrar lo que en realidad sucedía, se dio cuenta de que había encontrado algo interesante: ella estaba bebiendo la sangre de aquel infeliz sujeto.

   En ese momento, el mundo fue un silencio. Owdden permaneció inmóvil frente a ella que, sin dejar de alimentarse, lo miró fija y atentamente a los ojos. Los ojos de la mujer eran oscuros, completamente negros, pero demasiado intensos. La víctima cayó consumida sobre el frío suelo y ella sin muestras de sobresalto ni precaución, con la voz dulce y suave de una adolescente preguntó:

   — ¿Quién eres? —. Después de unos instantes de silencio agregó —No hueles igual que los demás, y tampoco logro escuchar el latido de tu corazón, acaso…

   Su expresión cambió completamente, sus ojos se agrandaron y las muecas de su boca desaparecieron. Con sorpresa y asombro continuó con su pregunta.

   — ¿Eres inmortal?

   —Mi nombre es Owdden respondió él— Y juro que hace tiempo que te estaba buscando—. No mentía.

   Estaban solos, abrigados por el silencio de la noche. Respiraban en cámara lenta y suavemente movían sus párpados y sus labios en una retardada escena de mudo cine inglés.

   — ¿Y cómo me encontraste? preguntó ella totalmente intrigada.

   —Viajando, caminando, callejón tras callejón—. Le mostró una pequeña sonrisa complaciente a la que ella respondió con una sutil desconfianza. No pudo contener su alimentada ira y la dulce voz se tornó una desgarrada súplica.

  — ¿Y qué es lo que quieres de mí, acaso te sirve de algo un animal que se alimenta de sangre? ¿Una horrible criatura condenada a divagar por las sombras durante toda la eternidad? ¡Responde inmortal! ¿Acaso aliviarás mi sufrimiento?

   Él no respondió, sólo se limitó a sonreír. Su sonrisa se mostró fría y torcida, mientras su mirada se escondía bajo la sombra del sombrero de cuero que decoraba su cabeza. Era todo lo que necesitaba escuchar: ella era una más, era una no muerta más como todas las que habían caído en sus asesinas manos.

   Un negro y desprolijo gato llegó al lugar y fue testigo de todo, sin asustarse, sin aburrirse. Owdden se acercó sin pensarlo y la tomó fuertemente del cuello con sus gélidas manos y entonces, con su voz agrietada dijo indiferentemente:

    —Te aseguro que acabaré con tu sufrimiento.

    Apretó su cuello con todas sus fuerzas, mientras la cara de la no muerta se llenaba de furia y mostraba sus blancos y filosos colmillos.

   Luchando por su vida, con un gran esfuerzo y su voz ahogada preguntó: — ¿Por qué quieres acabar con mi vida, inmortal, si eres de los míos? —. Él levantó su cara y la miró a los ojos. Luego levantó sus labios superiores lentamente, como si gruñera, y demostrando que sus colmillos eran normales, sentenció: ¡Gracias al cielo no soy como tú!

   Estuvo a punto de acabar con su existencia, arrancándole la cabeza con su tenaz fortaleza, pero pronto se distrajo observando más debajo del cuello de la dama, en su desabrigado pecho, y entonces enmudeció. No eran sus enormes senos lo que lo paralizó, sino el tatuaje que ella llevaba en uno de ellos. Ese viejo e intrigante tatuaje que ya había visto tan sólo en dos ocasiones. El tatuaje que cambió el rumbo de su decisión. Eran letras negras y pronunciadas, una X seguida de una T, ambas letras con círculos en sus extremidades y un brillo inexorable.

   –Az… dijo el inmortal pensativamente, como si un recuerdo de esperanza hubiera vuelto del pasado para acariciar su alma. Sus ojos se abrieron aún más, mirando un punto fijo en la nada y su expresión fue inocua.

   La arrojó con desprecio hacia un costado, en dónde se encontraba el testigo felino que maulló asustado y se dio a la fuga. Se encontraron solos en el silencio abrumador. En otro tiempo él no hubiera querido permanecer demasiado tiempo en ese lugar, las noches en el Oscuro Mundo no eran para cualquiera, él lo sabía muy bien, pero ya no le preocupaba.

   —El tatuaje de tu pecho izquierdo, ¿Qué significa? Preguntó dándole la espalda y mirando la oscuridad abismal de un callejón sin salida, como quien mira el horizonte, pensativo y abstraído.

   — ¿Qué demonios? No es un tatuaje dijo ella entre toses con su dulce voz Es una marca de nacimiento y no tiene significado alguno—. La voz de Owdden sonó lejana pero segura al decir que lo imaginaba.

   —Estás desquiciado, ¿Sabías? dijo ella mientras se incorporaba del suelo acariciando su dolorido cuello. No podía entender lo que estaba sucediendo, sabía de la existencia de otras criaturas que merodeaban por el Oscuro Mundo, además de los humanos, pero sólo los vampiros como ella eran inmortales. También era sorprendente el hecho de que aquél extraño, robusto y anticuado hombre que estaba frente a ella superara la fuerza de un no muerto, pero lo más intrigante y preocupante era el hecho que la había querido asesinar, y se había arrepentido.

   Las interrogantes se abrieron paso en la cabeza de la joven vampiresa. ¿Quién es este extraño? ¿Por qué caza vampiros? ¿Habrá acabado con todos los vampiros que yo estuve tratando de encontrar durante años? ¿Por qué no me mató? Todo el torbellino de preguntas en su cabeza se difumó, aunque en realidad se intensificó hasta un punto que parecía haber desaparecido convirtiéndose en un solo e inmenso desentendimiento cuando el hombre barbudo vestido de botas y chaqueta de cuero pronunció un nombre. No cualquier nombre, un nombre muy, muy especial.

   —Bianca.

   Su voz era serena. Giró su rostro lentamente hacia ella y repitió, pero esta vez en forma de pregunta.

   — ¿Bianca?

   Ella se entumeció. Hacía muchos años, tantos que ella no sabría exactamente cuándo fue la última vez que alguien había pronunciado su nombre. Casi había olvidado que alguna vez, había tenido un nombre y que ese nombre era hermoso, era Bianca.

   — ¿Co... ¿Cómo es que sabes mi nombre? ¡¿Quién demonios eres?! Su voz volvía a salir de su aniñada dulzura para convertirse en un feroz alarido. Él no se conmovió.

   —Eres fácilmente alterable, ¿Lo sabías? —. Bianca, no supo si sonreír o enfadarse, ante la duda, no hizo ninguna de las dos cosas, sólo espero una respuesta. —Tienes mucho para saber, pequeña —. Dijo Owdden mirando profundamente los negros ojos de aquella quebrantable no muerta y luego, mirando todo el oscuro paisaje de alrededor, agregó—. Pero no aquí. Este lugar es peligroso... incluso para los inmortales. 


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